Capítulo 5 – La tragedia de la Villa de los Elfos

Seis meses han pasado desde que comenzamos a comerciar con Baumfetter a cambio de su seguridad. El número de esclavistas y cazadores furtivos había disminuido considerablemente. Aparentemente, se habían dado cuenta de que este era un bosque de la muerte. Pero eso significaba que gradualmente estábamos perdiendo una fuente preciosa de carne.

Aún así, mi fuerza de Enjambres Destripadores había crecido a un número que hacía posible atacar otro país. Si esto fuera el juego, estaría lista para arrasar con la base enemiga ahora mismo. Excepto que no tengo idea de a quién se supone que ataque en este mundo. Miles de Enjambres Destripadores eran una fuerza excesiva si todo a lo que nos enfrentamos eran grupos de cazadores.

Ahora que las cosas se habían calmado, solo tenía a cinco o seis Enjambres Destripadores patrullando Baumfetter, y eso era más que suficiente para encargarse de cualquier esclavista molestando a los elfos. Desplegar un número más grande por ninguna razón no haría más que asustar a los habitantes de la aldea, y corría el riesgo de que humanos benevolentes descubrieran a mis enjambres trabajando en el bosque.

“Es tan pacífico.”

A pesar de ser parte de una raza peligrosa y agresiva como la Arachnea, yo disfrutaba la paz. El estofado que la gente de Baumfetter me servía era siempre delicioso, y a través de la venta de los vestidos de los Enjambres Trabajadores podía obtener carne. Dicho eso, la demanda por la ropa estaba gradualmente disminuyendo por el suministro excesivo.

“Su Majestad, no deberíamos ir a la ofensiva?” me preguntó Sérignan.
“Pero a quién deberíamos atacar?” pregunté de vuelta.
“Hmm. Ataquemos la ciudad de Leen. Haciendo eso obtendríamos todo lo que tienen. Serviría bastante para trabajar en nuestra investigación.”

En el juego, investigar desbloqueaba nuevas unidades y estructuras. Investigar requería oro y almas, aunque diferentes tipos de investigación requerían distintas cantidades y variedades de recursos. Desarrollar nuevas unidades requería almas, mientras que nuevas estructuras requerían oro. Aunque algunas facciones eran excepciones a esto; aquellas que usaban golems necesitaban oro para desbloquear esas unidades, y las facciones tipo fantasma usaban almas para desbloquear sus estructuras.

Habíamos ganado una buena cantidad de almas de reserva, lo que nos permitía desbloquear nuevas unidades, pero aún no habíamos decidido desbloquear estructuras.

“Solo no me gusta la idea de atacar Leen sin razón. La estamos usando para comercio, así que han sido útiles para nosotros.”

Usamos Leen para convertir en dinero los ropajes hechos por los Enjambres Trabajadores y reabastecernos de carne periódicamente. No sé a dónde iríamos a comerciar esas cosas si arrasáramos con Leen.

“Una vez destruyamos Leen, podemos asaltar el Reino de Maluk. Eso solucionaría todos nuestros problemas, ya que obtendríamos carne, almas y oro.”

Lo que Sérignan sugería podía parecer despiadado, pero era lógico de todas formas. La Arachnea no era una facción que empleara el comercio. Prosperaba con saqueo, saqueo y más saqueo hasta que no quedara nada más que tomar. Haciendo a la Arachnea dependiente del comercio la estaba usando de un modo en el que no se suponía que hiciera nunca.

Un verdadero jugador de Arachnea era tan despiadado como pudiera, eliminando al enemigo sin retroceder y usando su carne y almas para alimentar aún más su cruzada.

“Tienes razón. Debemos considerar una economía de saqueo.”

Como la Reina de la Arachnea, había prometido llevarlas a la victoria. Esconderme en la comodidad de nuestros túneles y cazando viajeros como si fuéramos monstruos de un bosque de cuentos de hadas no era digno de nosotros y no nos llevaba más cerca de conseguir nuestras aspiraciones ni un poco.

Si queríamos ganar, tendríamos que manchar nuestras manos con sangre.

Su Majestad.” Una voz de repente me llamó desde la consciencia colectiva.
“Qué ocurre?”
Hemos detectado una gran cantidad de humanos marchando hacia Baumfetter. No son esclavistas o cazadores. Es una fuerza bien armada y altamente entrenada. Qué deberíamos hacer?
“Qué…? Te refieres a un ejército?”
Ciertamente, debe ser un ejército. Pero de dónde?
Llevan lo que parece ser el estandarte del Reino de Maluk,” respondió el Enjambre Destripados que estaba explorando al enemigo. “Llegarán a Baumfetter pronto. Sus ordenes, Su Majestad?
“Intercéptenlos por tanto como puedan.”
Entendido.

Ese Enjambre Destripador probablemente moriría. Un solo Enjambre Destripador no era rival para un ejército organizado, e incluso si nos apresurábamos, no llegaríamos a Baumfetter a tiempo.

“Por lo menos ahora tenemos un pretexto para abrir las hostilidades.”

El espíritu del Enjambre definitivamente está vivo dentro de mí.


“Humanos! Vienen los humanos!”
“Son caballeros, no cazadores o esclavistas!”

Los caballeros marchaban a Baumfetter desde todas las direcciones. Sus armaduras de placas y escudos desviaban las flechas de los elfos.

“Miren! Los sirvientes de la Reina Arachnea están aquí!”

Justo cuando la situación en Baumfetter se volvía crítica, dos Enjambres Destripadores se lanzaron a la refriega, enfrentando a los caballeros en combate. Sus guadañas penetraron los escudos y armadura, cortando profundo en la carne de los caballeros y derramando su sangre.

“Ooh!”

Sin embargo, los caballeros escasamente retrocedieron ante los ataques del Enjambre. Un caballero atacó con su espada a un Enjambre Destripador que había mordido su brazo, haciendo que volara y se retorciera en agonía. Entonces hizo que otro caballero—aparentemente un hechicero—curara sus heridas.

“Malditos monstruos!” el caballero escupió antes de seguir su marcha. “Los rumores eran ciertos. Hay una bruja aquí.”
“Vayan, vayan, vayan! Destruyan el nido de la herejía!”

Caballería apareció del bosque, apuñalando a los elfos arqueros con sus lanzas. La infantería también avanzó, formados en una línea mientras disparaban una ráfaga de flechas en llamas al pueblo de los elfos. Gritos surgían del asentamiento mientras elfos escapaban de los edificios y casas que habían comenzado a incendiarse. Eran no combatientes: mujeres, niños, los enfermos y ancianos.

Los elfos que podían pelear apuntaban sus flechas a las hendiduras en los cascos de los caballeros, pero el joven Linnet no era capaz tal hazaña. Él simplemente disparaba flechas al azar, por poco manteniendo el progreso de los caballeros a raya. No hubiera sido sorpresa en cualquier momento le dijeran que corriera.

“Linnet!”
“Lysa?! Qué estás haciendo aquí?!”

Linnet estaba peleando desesperadamente para proteger la casas del anciano cuando Lysa corrió hacia él.

“Hay fuego en todas partes! Linnet, tenemos que correr!” le rogó Lysa, luchando por recuperar el aliento. “Si vamos a donde los árboles son más gruesos, sus caballos no podrán seguirnos!”
“Pero tengo que proteger el pueblo!” Linnet sacudió su cabeza violentamente. “Si abandonamos este lugar, a dónde iremos? Además, no son solo estos caballeros en el bosque! Hay monstruos peligrosos ahí también!”
“Pero si nos quedamos aquí van a matarnos!”
“Podrías estar en lo correcto, pero tenemos que intentarlo!”

Linnet quería proteger su pueblo, mientras que Lysa quería que estuviera a salvo. Las probabilidades de que cualquiera de sus deseos se volvieran realidad eran innegablemente pequeñas. Los elfos estaba siendo completamente sobrepasados por los caballeros. Muros de llamas bloqueaban sus caminos de escape y la infantería estaba gradualmente rodeándolos. La caballería galopaba por el pueblo, hambrientamente buscando nuevas víctimas.

“Gah!”

Otro elfo cayó, derrumbándose al piso cuando uno de los caballeros disparó una flecha que pasó por completo a través de él. Los arqueros enemigos podrían ser inferior a los elfos, pero tenían suficiente habilidad para golpear los vitales de sus objetivos con precisión letal.

“Urgh…”
“Azlet cayó también! Aún pueden pelear?”

Solo tres elfos capaces de pelear seguían en pie, Linnet incluido.

“Exterminen a los herejes de orejas largas! Carguen!”

Otro grupo de caballeros fuertemente armados cargaron hacia ellos, queriendo acabar con los pocos elfos que aún podían pelear y luego matar a los que se escondían en la casa del anciano.

“Maldición! Así es como termina?!”

La vida de Linnet había sido salvada una vez antes. Había logrado escapar de las garras de los esclavistas. Y aún así ahora su pueblo natal estaba siendo destruido, sus amigos y seres queridos asesinados frente a sus ojos. Por qué ocurre algo tan terrible? Acaso Dios realmente no existe en este mundo?

Pero justo cuanto ese pensamiento cruzaba la mente de Linnet.

“Eso es suficiente.” La voz dignificada de una mujer hizo eco a través de el pueblo en llamas.

“Qué de…?”
“Una chica?”

Los soldados se dieron vuelta con sospechas, sus ojos cayendo en una sola chica envuelta en un hermoso vestido. Su cabello negro flameaba a su alrededor como un halo oscuro, atrevidamente contrastando con las llamas que se agitaban detrás de ella.

“Un aliado de los elfos?”
“Así parece. Arqueros!”

Los caballeros apuntaron sus flechas a la chica y dispararon a la vez. Las flechas volaron por el aire, silbando mientras volaban por el aire en su camino al pecho de la chica… solo para nunca llegar al blanco.

“No pondrán una mano en Su Majestad. En mi honor cono un caballero, nunca voy a permitirlo.”

Las flechas volando hacia la chica—la Reina Arachnea—fueron golpeadas a un lado por la espada de Sérignan. Ella dio un paso adelante, su mitad Enjambre manifestada, y se paró frente a la Reina para cubrirla.

“Otro monstruo!”
“Mátenlos! En nombre del Dios de la Luz!”

Los caballeros cambiaron el objetivo de sus espadas de los elfos a la Reina Arachnea.

“Muy ingenuos. Son patéticos,” dijo la Reina, sus labios curvándose en burla. “Pensaron que podían derrotarme con esos números?”

Ella aclaró su garganta y declaró en una voz resonante:

“Háganlos pedazos, mis sirvientes.”

Sin un instante en medio, Enjambres Destripadores explotaron de los árboles. Pero no era solo un par de ellos. Decenas de miles de Enjambres Destripadores fluían del bosque. Los que se habían quedado en los túneles hasta ahora. Los que habían sido creados del festín de carne comprada en Leen, de los cadáveres de los cazadores y esclavistas, de los cuerpos de la Familia Lisitsa. El banquete sin fin de carne había creado sus números. Chasqueando sus mandíbulas amenazantemente, rodearon a los caballeros.

“Conozcan la fuerza y el terror de la Arachnea,” dijo la Reina.

Y con eso como su señal, los Enjambres Destripadores se lanzaron hacia adelante.

“Maldición, dónde consiguieron estos números?!”
“Caballería! Cúbrannos!”

Frente a un ejército de Enjambres Destripadores tan grande como para cubrir el área por completo, los caballeros estaban en un estado de pánico. Rodeados por todas partes, se reunieron en una formación defensiva intentando hacerlos retroceder.

De cualquier forma, para los Enjambres Destripadores estos hombres no eran más que un botín que debía ser saqueado.

La caballería que había rondado opresivamente el pueblo fueron los primeros en caer. Cada caballero montado fue enfrentado por tres o cuatro Enjambres Destripadores que masticaron sus extremidades y los arrancaron de sus caballos. Los cuerpos de los hombres fueron apuñalados por guadañas y sus gargantas penetradas por colmillos. Aquellos que murieron al instante fueron afortunados. Los que fueron suficientemente desafortunados para evitar recibir golpes mortales fueron disecados con vida por el Enjambre.

“Formen un círculo! Rápido!” gritó un hombre que parecía ser el líder de los caballeros. “Los Caballeros de San Augustine no serán presa de tales bestias!”
“Capitán! Debemos invocar al Ángel! Si no lo hacemos seremos aniquilados!” gritó uno de los caballeros subordinados con un mal presagio.
“Ngh… No puedo creer que tengamos que invocar al Ángel por algo como esto!” El capitan apretaba su mandíbula con frustración, pero rápidamente comenzó a recitar, “Sirviente del Dios de la Luz que reside en los cielos, ruego que desciendas ante nosotros, Ángel Agaphiel!”

Cuando acabó su encantamiento, un ángel descendió al pueblo. Ella era una mujer majestuosa con alas blancas que vestía una ligera túnica blanca— verdaderamente merecedora de ser llamada un ángel. Ella descendió de los cielos y aterrizó con ligereza en el suelo, sus ojos cerrados. Su rostro llevaba una fría expresión parecida a una máscara.

Hijos del hombre. Desean ser salvados?” la voz del ángel hizo eco en la mente de todos los presentes.
“Buscamos la salvación. Le rogamos, lleve a la muerte a estos monstruos!” exclamó el capitán.
Muy bien. Ellos son sin duda seres de naturaleza malevolente. Encarnaciones del mal que viven en ofensa a todo lo que es bueno.

Con eso, el ángel levantó una mano, liberando una explosión de luz. Los Enjambres Destripadores golpeados por la explosión se evaporaron sin dejar rastro. Los Enjambres restantes continuaron sin ser amedrentados su asalto a los caballeros, pero Agaphiel continuó vaporizándolos. A este ritmo, serían exterminados, sin importar cuántos de ellos fueran.

El ángel Agaphiel. Un sirviente del Dios de la Luz adorado por estos caballeros, capaz de manipular luz como objeto de su fe. El ángel guardián de los caballeros era excepcionalmente adecuado para el combate.

Su apariencia dejó en claro que los caballeros santos del Reino de Maluk usaban esa clase de unidades. Ellos protegían el Reino de la invasión de países vecinos y permitía reinar sobre esta región de un modo hegemónico.

Sin importar qué tan bien armados estuvieran los soldados de un país, sin importar qué tan grandiosos sus fortalezas, todos ellos eran demasiado frágiles para soportar un ataque de un ángel como Agaphiel. En este mundo, los ángeles eran un símbolo de poder al que no se podía oponer.

Hasta ahora, claro está.

“Oh, tienen a uno molesto de su lado,” dijo la Reina Arachnea. “Sérignan, podrás con ella?”
“Déjemelo a mí, Su Majestad,” respondió Sérignan con una sonrisa.

Era una sonrisa confiada en su victoria. Una salvaje, encantada sonrisa.

“Vengan a mí, lamentables insectos. Voy a grabar el peso de su impotencia en su carne cuando los corte en pedazos.”

Mientras Séignan decía eso, fue asaltada por todos los caballeros de una vez. Sérignan saltó hacia Agaphiel, quien levantó una mano para detenerla de un disparo, pero torció su cuerpo en medio del aire para evitar el ataque. Otra ráfaga de luz vino en su camino, la cual Sérignan evadió disparando un hilo para arrastrarse a si misma hacia un árbol, y luego usarlo como apoyo para continuar su asalto a Agaphiel.

Y entonces, Agaphiel entró en el rango de la espada de Sérignan.

“Haaah!” Sérignan sacudió su espada carmesí, cortando a Agaphiel. Pero no era un mero corte superficial.

Ella cortó la cabeza de Agaphiel por completo.

Aaagh…

El ángel no sangró, sino que explotó en partículas de luz, que pronto desaparecieron.

“Qué…?”

Su enfrentamiento se decidió en un abrir y cerrar de ojos, dejando a los caballeros pasmados.

Un momento. Un momento fue todo lo que tomó.

El ángel, el símbolo de su poder absoluto, había sido cortado y destruido con un solo movimiento de su espada. Las únicas fuerzas capaces de derrotar ángeles era otros ángeles, o ejércitos decenas de miles de veces más grandes que los del ángel.

Pero el caballero insectil frente a ellos había partido al ángel en dos, abrumando a ese indomable ícono de fuerza con mera técnica.

Todos temblaron al unísono. El ángel que una vez había imbuido terror en los corazones de todos los que la vieran había sido derrotado con un solo golpe.

“El modo en que cortaste al ángel fue encantador, Sérignan,” dijo la Reina, visiblemente impresionada.
“Mi arma es una espada sagrada, hecha para cortar a través de los poderes santos de poseídos por paladines corruptos.” Sérignan tenía un rastro de orgullo en su voz. “Si un oponente intentada dañar a Su Majestad, sea un ángel o dios, su caballero los partirá en dos sin falta.”
“Terminemos con el resto entonces.” La Reina movió su mirada a los caballeros, quienes temblaron del miedo.
“No puedo creerlo… Agaphiel…”
“Estamos acabados…”

Finalmente había caído en cuenta de que ya no eran cazadores— ahora eran solo las presas.

“Enjambres Destripadores. No dejen ni a uno solo con vida.”

Bajo las órdenes de la Reina, los Enjambres Destripadores se movieron como uno solo, endureciendo el círculo alrededor de los caballeros. Cada caballeros era atacado por cuatro a siete Enjambres Destripadores, dejándolos con ninguna esperanza de sobrevivir.

Cabezas rodaron. Corazón fueron perforados ignorando la armadura. Extremidades fueron arrancadas de los torsos y cinturas. Uno por uno, lo caballeros murieron de modos horribles. Lanzándose a ellos en oleadas, los Enjambres Destripadores despedazaron a sus enemigos, dejando solo una montaña de cadáveres a su paso.

“Buen trabajo.” Una vez todo había acabado, la Reina Arachnea hizo que los Enjambres Destripadores se llevaran los cadáveres. Naturalmente, esos serían usados como materiales para nuevos Enjambres.

“Ahora, escuchemos lo que pasó. Estoy bastante enojada ahora mismo, debo decir,” la Reina resopló mientras se dirigía a la casa del anciano.


“Ya está bien. Eliminé al enemigo,” dije, entrando a la casa del anciano.

“Oh… Bien,” dijo uno de los pocos elfos guerreros restantes. Todos se veían desconcertados. “Eso fue un increíble poder. Los Caballeros de San Augustine son unos de los mejores guerreros del continente, y aún así los derrotaste a todos.”
“Alguien, por favor ayuda! Le dieron a Linnet!”

Ni un momento después de que anunciara mi victoria, Lysa levantó su voz pidiendo ayuda. Linnet había recibido una flecha de uno de esos miserables arqueros… y en el pecho, en eso. Estaba por poco respirando y sangre surgía de su boca cada vez que balbuceaba algo. A este ritmo, no parecía que hubiera alguna esperanza de salvarlo. Él iba a morir.

“Lysa, es demasiado tarde,” alguien murmuró. “No hay forma de salvarlo.”
“No! Por qué…? Por qué?!”
“Ly…sa…”
“Linnet! Por favor, aguanta!” Lysa le rogaba mientras él luchaba por respirar.
“Vive… y se feliz…”
“Linnet, espera! Linnet! No te vayas!”

No había nada que se pudiera hacer y lo encontraba totalmente exasperante. Un ángel había respondido la llamada de los caballeros, pero nadie atendió el llanto de Lysa.

Y así, Linnet falleció.

El muñeco colgando del cinturón de Linnet estaba manchado de sangre. Al final, el amuleto no había hecho nada para salvarlo.

Estaba sobrellevada en ira. Como es que se había permitido que existiera ese maldito ángel y aún así este amuleto no podía salva a un solo niño?

No podía no decirlo; estaba enojada. Ángeles? Caballeros? Qué farsa. Son asesinos, y no menos monstruosos las Arachena. Era Linnet quien merecía la gracia de Dios aquí.

“Fuiste tan valiente, Linnet,” susurré a su forma inmóvil. “No sé si hubiera llegado a tiempo si no fuera por ti. Fuiste un verdadero guerrero, y que descanses en paz.”

Esos eran mis verdaderos sentimientos, tan honestos como mi furia. Había salvado a Linnet una vez y había sido atento y amigable desde entonces. Claro, tuvo sus dudas y aprehensiones iniciales sobre mí, y había intentado poner un frente duro. Pero en el fondo, era un amable y gentil niño. Un niño cuya vida había sido tomada demasiado pronto por una banda de matones disfrazados de caballeros.

Lysa lloraba a su lado. Ella había amado a Linnet, pero ese parpadeo de amor inocente había sido aplastado trágicamente y sin piedad. Viéndola enterrar su rostro en el cuerpo de Linnet llorando rompía mi corazón.

Al mismo tiempo, mi corazón tenía un ligero alivio entre las olas de tristeza. El dolor y la ira que estaba sintiendo eran prueba de que mi humanidad no había sido del todo tragada por la consciencia colectiva del Enjambre. Entendí perfectamente que si fuera así, estas preciosas emociones estarían ausentes y vacías.

“Me gustaría hablar con el anciano. Sigue vivo?”
“Sí, está bien. Debería estar un poco más adentro.”

Los soldados élficos se movieron, abriendo un camino para Sérignan y yo. Caminé con mi corazón pesado.

“Es la Reina Arachnea!”

Al parecer muchos de los elfos habían guardado refugio en la casa del anciano. Algunos de ellos estaban heridos y otros ilesos, pero todos estaban aterrados por el ataque que habían experimentado. Los niños estaban todos pegados a sus padres.

“Eliminé a los caballeros de afuera. Debería ser seguros ahora,” dije ligeramente.

El viejo elfo estaba desconcertado. “En serio?! Derrotaste a esos caballeros? Increíble…”
“Puedes dar una mirada afuera si te preocupa. No debería haber ni uno restante allí afuera.”
“No, no tengo duda de que es verdad.” Él sacudió su cabeza. “Has hecho tanto por nuestro pueblo.”
“Saben por qué los atacaron?”
“Los cazadores y esclavistas de seguro nos reportaron a los caballeros, diciéndoles que atacamos humanos. Estoy seguro de que es en venganza por mantenerlos fuera del bosque.”

Personalmente, siento que cualquier muerte entre ellos era simplemente un pago por sus propios errores. Y aún así esos sinvergüenzas habían ido llorando a los caballeros para vengarse de los elfos. Esos cobardes llorones.

“Y los caballeros creyeron sus reportes?”
“Los humanos siempre han tenido sospechas de los elfos. Esparcen rumores de que abducimos y comemos humanos, o que los desollamos con vida.”

Así que por eso lo elfos rechazaron ir a un asentamiento humano. Si lo hicieran serían condenados como bárbaros y linchados por los humanos que viven allí. Lo sentí por primera fez cuando lidié con el sastre de Leen, pero los humanos de este mundo tienen un fuerte prejuicio hacia los elfos. No parecían muy civilizados para mí. Irónicamente, sentí que las personas que veían a los elfos como bárbaros eran los verdaderamente barbáricos.

“Entiendo lo que pasó ahora. Al parecer soy parcialmente responsable por lo que pasó aquí hoy.” Dejé salir un suspiro.
“No es tu culpa. Nos has protegido de los esclavistas y cazadores hasta ahora y no podemos culparte por eso. Nadie culpa a los muros cuando la ciudad es asediada, sabes.”
“Ya veo. Eso me hace sentir un poco mejor.”

En lo profundo, sin embargo, aún me sentía responsable, y mi humor era totalmente oscuro. Pero era cierto, la gente no culpaba a los muros de una ciudad cuando era atacada; todos tenían el derecho de defenderse. Pero por eso es que estaba tan amargada por haber fallado en proteger a los elfos y la basura que había ido y chismoseado de nosotros.

Adicionalmente, me preguntaba si había sido demasiado efectiva con las defensas del pueblo de los elfos. Todo lo que hacen los muros es ser altos y bloquear el paso. No tienen los rostros de los horrores de las pesadillas, o colmillos para morder a las personas hasta la muerte.

Fui realmente nada más que un muro en esta situación? O estaba reinando sobre el bosque como un monstruo de historietas, atrayendo a los caballeros a encargarse de mí y mis sirvientes? Los culpa burbujeaba dentro de mí, pero la consciencia colectiva lo negaba.

Era responsable de esto o no? No estaba segura.

“No tiene la culpa aquí, Su Majestad,” dijo Sérignan, de seguro sintiendo mi frustración y ansiedad a través del colectivo. “La responsabilidad cae únicamente en los esclavistas y cazadores que ataron este bosque y los caballeros que arrasaron el pueblo a su voluntad. Usted solo actuó para defender a los elfos; no hay espacio para dudas en eso.”
“Gracias, Sérignan. Eso realmente ayuda.”

Eres realmente un caballero confiable. Ahora mismo, tu amabilidad es mi salvación.

“Así que, qué harás ahora?” pregunté al anciano.
“Ya no podemos vivir aquí en Baumfetter. Una vez que los caballeros se den cuenta de que sus compañeros no regresarán, enviarán a una fuerza incluso más grande. Creo que deberíamos escapar a algún otro lugar.”
“Ya veo. Tienes alguna idea de a dónde podrían ir?” Estaba preocupada por ellos. “Hay algún lugar en este bosque donde puedan vivir en paz?”
“Dicha sea la verdad, no lo sé,” dijo el elfo débilmente. “El bosque es demasiado vasto y peligroso. Bestias salvajes moran las profundidades del bosque, y tristemente es en esos lugares donde el bosque es más abundante.”

Eso era natural, siendo que el bosque era una región sin desarrollar. No había forma de saber dónde vivían las bestias o qué sectores era habitables sin dar vueltas por el bosque. No sería fácil para los sobrevivientes de Baumfetter encontrar un nuevo hogar. Quizás su destino sea dispersarse como refugiados… pero no era tan fría o tonta como para dejar que eso pasara.

“Entonces tengo una solución,” declaré. “Un plan que asegurará una vida libre de persecución para cada uno de ustedes, permanentemente. Un modo de obtener venganza por los elfos que fueron asesinados aquí hoy, y con el que ustedes podrían quedarse aquí para reconstruir sus hogares.”
“Tal método existe?” Sus profundamente arrugados ojos se abrieron con experanza.
“Sí. Es simple, realmente, y puedo hacerlo.” Mis labios se curvaron en una sonrisa tan amplia que mis dientes estaban expuestos. “Todo lo que tengo que hacer es destruir el Reino de Maluk que envió a los caballeros a atacarlos. Fácil de entender, cierto?”

Los elfos supervivientes solo podían tragar en seco nerviosamente mientras me veían. Sus expresiones me decían que no podían siquiera imaginar lo que vendría. Pero yo ya había tomado mi decisión.

Voy a arrasar el Reino de Maluk,.
Hasta que no quede nada más que escombros.


“Todos, escuchen.”

Me puse de pie en la plataforma de piedra en la que me encontré la primera vez que desperté dentro de la base Arachnea. Sérignan estaba a mi lado y la plataforma estaba rodeada por mis decenas de miles de Enjambres.

“El momento de la guerra ha llegado. El nombre de nuestro enemigo es el Reino de Maluk. Esos sinvergüenzas atacaron a nuestro aliados, casi exterminándolos por completo.”

Mi voz era silenciosa, pero llena de intensidad.

“Su carnicería tomó la vida de un amigo mío y hundió el corazón de mi otra amiga en desesperación. Esos cobardes no merecen piedad. No merecen lástima. Ni perdón.”
“Ellos no recibirán amabilidad de nosotros. Cuando enfrentemos a esos perros, solo necesitaremos tres armas: sed de sangre, odio y desprecio. Nuestra sed de sangre los devorará. Nuestro odio los hará pedazos. Nuestro desprecio asegurará su destino. Consumirán y destruirán al enemigo. Mátenlos a todos.

El Enjambre silenciosamente escuchó mi discurso.

“Esto es una masacre. Cada pedazo de su carne se convertirá en material del que nacerán nuevos camaradas. Mientras más maten, más fuerte se volverá el imperio Arachnea. Así que maten, asesinen y encárguense de ellos como quieras, sean infantes o ancianos. Tal como el enemigo lo ha hecho.”

No era asesinato en masa; era exterminio. Había decidido eliminar al Reino de Maluk de la faz de este mundo. Era porque los elfos habían sido atacados? Por la muerte injusta de Linnet? O era mi consciencia finalmente siendo absorbida por el Enjambre, que tenía una innata e inacabable hambre de presas?

Mi voluntad o la del Enjambre, no importaba realmente. De cualquier forma, pretendía llevarlo a cabo.

“En el nombre la Arachnea, los llevaré a la victoria!” grité, emocionando a mis fuerzas.
“Gloria a la Arachnea! Gloria a la Reina!”
“Gloria a la Arachnea! Gloria a la Reina!”

El Enjambre gritó, celebrando la llegada de la guerra que habían estado esperando. Finalmente tenían su oportunidad de matar, devorar y llenar el mundo en el oscuro caparazón de su raza. Todas las otras razas eran el enemigo, presa para ser devorada en sus mandíbulas manchadas de sangre. Así era la Arachnea. Así era el Enjambre.

Estaba a punto de cometer genocidio y componer nuestra propagación, todo para satisfacer mi necesidad de retribución. Sí… Como debería hacerlo el Enjambre.

“Obedeceremos sus órdenes y atacaremos el Reino de Maluk. Bajo su comando, Su Majestado, de seguro lo lograremos. Gloria a la Reina!” Dijo Sérignan, su voz rica en alabanzas.
“Ahora, mis esbirros,” continué. “Es hora de la guerra. Todos han esperado un largo tiempo para esto, pero ahora su deseo finalmente se convertirá en realidad. Usen su poder tan despiadadamente como gusten. Dejen que el retumbar de nuestra marcha llene de terror sus corazones. Que el sonido de sus colmillos masticando arruine sus sueños. Dejen que sus sombre reduzcan todo a una masa lloriqueante.”

Con eso, acepté los gestos de lealtad del Enjambre y me retiré a mi cuarto con Sérignan.

Mis aposentos personales se habían vuelto mucho más cómodos y hospitalarios que cuando llegué. Mi cama ahora tenía cubiertas suaves en vez de paja, y tenía cajoneras y estanterías para guardar mis objetos personales. Aún no era competencia para mi apartamento en mi antiguo mundo, ya que no tenía un computador o un sistema de calefacción, pero oye, era un hogar a su propio modo.

“Sérignan, ya he decidido nuestra ruta de invasión. Era el primer paso de mi plan.”
“Sí, estoy al tanto, Su Majestad. Desde que llegó a esta tierra ha estado esforzándose por la victoria de la Arachnea.”

Sérignan ya había aprendido todo a través de la consciencia colectiva, lo que aceleraba bastante todo.

“Hay tres caminos principales que llevan a su capital: un camino directo desde la ciudad de Leen, un camino por las tierras de cultivo del sur, y un camino por las regiones mineras del norte. Separaremos nuestras fuerzas entre esas tres rutas, las reuniremos cerca de la capital y luego iremos a matar.”

El plan que propuse separaba al Enjambre por tres rutas. Nuestro objetivo primario era destruir la capital del Reino, pero solo eso no era suficiente. Íbamos a decimar todo lo que formaba parte del Reino de Maluk y erradicaremos a todo el que se ponga en nuestro camino.

Esa era la ley del Enjambre.

Las minas, las tierras de cultivo, las ciudades— lo vamos a teñir todo de rojo con la sangre de su gente, dejando la tierra vacía y abandonada. Esta pelea no era como ninguna otra que haya experimentado en el juego, pero aún así planeaba pelear acorde a sus reglas.

Si fuera a dejar supervivientes sin cuidado, la posibilidad existía de que alguien algún día se levantaría en venganza. Sí, tendría que ser exhaustiva en mi conquista. Al menos eso era verdad tanto en el mundo del juego como en esta realidad.

“Vamos a derrocar a cada ciudad con una mezcla de Enjambres Excavadores y Destripadores. El ataque tradicional de Enjambres Destripadores limpiará el camino hacia adelante. No será fácil porque ya tienen defensas dedicadas, pero los Enjambres Excavadores deberían ser capaces de encargarse de eso. Con su ayuda vamos a atravesar lo que sea que defienda sus muros.”

Por el momento, no hay forma de saber qué tanto de “tiempo de juego” ha pasado desde el inicio de la “partida”, pero las ciudades de Maluk estaban rodeadas de muros, que estaban a su vez aprovisionadas de caballeros y milicia. Era seguro asumir que las defensas del enemigo eran sólidas.

Pero mi lado tenía un arma secreta que podría atravesar cualquier cosa que tuvieran. Y esa era nadie más que su servidora.

Como una jugadora, había logrado realizar exitosamente ataques con Enjambres Destripadores bajo condiciones difíciles muchas veces.

Lo he hecho antes y puedo hacerlo ahora, pensé.

“Sérignan, tú vienes conmigo. Voy a hacer que pelees en las líneas del frente para que ganes puntos de experiencia. Eres una unidad con un alto crecimiento potencial y tengo grandes expectativas de ti.”
“Estoy agradecida por sus elogios. Esta Enjambre Caballera Sérignan hará lo mejor que pueda para responder a sus expectativas, Su Majestad.” Por un momento pensé que mis palabras la llevarían al llanto, pero parecía que tenía algo que agregar. “Erm, si le puedo consultar sobre algo… Mi cuerpo se siente algo caliente, y siento como si algo fuera a salir de mi pecho. Qué podría ser esto?”
“Tu cuerpo se siente caliente?”

Perpleja por sus palabras, puse una mano en la frente de Sérignan. Se sentía caliente, pero no era como si los Enjambres se resfriaran. Ellos eran una especia resistente a la enfermedad.

“Quizás vas a evolucionar pronto. Derrotaste a ese ángel, así que es posible que eso te haya ganado un montón de puntos de experiencia.”
“Evolucionar, Su Majestad?” Sérignan repitió con una expresión confundida.

Era algo lindo.

“No sabes lo que es evolucionar? Bueno, no importa. Se siente como si algo cambiara dentro de ti, no es así? La forma evolucionada del Enjambre Caballero se llama Enjambre Caballero Sangriento. Imagínate con una armadura roja; esa será tu nueva forma.”

El Enjambre Caballero Sangriento era el siguiente paso en la evolución de Sérignan. Su cuerpo cambiaría y ganaría una armadura tan brillante y roja como la sangre recién derramada.

“Armadura roja… Armadura roja…”

Sérignan pensó en mis palabras, tomando su cabeza en un intento desesperado de imaginar su forma evolucionada. En serio, borra lo que dije antes— era muy lindo.

“Oh, muy bien! Creo que lo veo!” Exclamó Sérignan luego de un rato. “No, creo que veo la imagen en su mente a través del consciente colectivo!”

Aparentemente, podía ver cómo imaginaba su transformación. Su piel humana y armadura blanca se derrumbarían como arena, revelando un nuevo exoesqueleto que serviría como armadura. Este caparazón carmesí se volvería más grueso y liso, y un nuevo par de extremidades de insecto crecerían desde su espalda.

“Su Majestad… Es esto en lo que me convertiré?”
“Sí, esa es tu forma evolucionada. Renacerás como la Enjambre Caballera Sangrienta Sérignan. Estaré esperando verte actuar más rápido, con más audacia e incluso más aptitud heroica.”

Cuando se convierta en la Enjambre Caballera Sangrienta Sérignan, no solo tendría una nueva coloración y un par adicional de patas, sino que también un aumento enorme de parámetros. Como una unidad intermedia, derrotaría a la mayoría de enemigos de un solo golpe.

Para empezar, Sérignan era considerada una unidad heroica poderosa que requería un poco menos de experiencia para subir de nivel que otras unidades heroicas, y tenía ligeramente mejores parámetros. Esto estaba balanceado por el hecho de que cerca de la etapa tardía del juego necesitaba más puntos de experiencia para avanzar y sus parámetros no aumentaban tanto. Aún así, cuando llegaba a su forma final reinaba sobre todos como una de las unidades de mayor rango en el juego.

De hecho, Sérignan era una razón mayor de que la Arachnea tuviera tanto potencial como facción. Hacer crecer a Sérignan apropiadamente significaba eventualmente tener una unidad capaz de romper el balance del juego.

“Deberías intentar evolucionar si puedes. Buena suerte, Sérignan.”
“Sí, Su Majestad.”

Estaba segura de que Sérignan sería capaz de cambiar pronto. Pero ahora mismo teníamos que concentrarnos en nuestra marcha al Reino de Maluk.


Mientras tanto, en el Reino de Maluk…

“Hmm. Así que, los Caballeros de San Augustine fueron eliminados.”

El Rey Ivan II, regente soberano de Maluk, absorbió este sorprendente reporte. Habían sido muchos años desde que el envejecido rey heredó su trono de su predecesor, y bajo su reinado el Reino había prosperado.

Había hecho esfuerzos para construir infraestructura para las tierras de cultivo, lo que había hecho más sencillo para los granjeros el traer sus abundantes cultivos a las grandes ciudades. Había construido fortalezas y bastiones a lo largo de los bordes sureños que antes había estado expuestos a amenazas militares, asegurando que la población viviera en paz.

Sus logros le habían ganado muchos elogios entre los ciudadanos. Para rematar, vivía modestamente y sin lujos como un ardiente creyente del Dios de la Luz, ejerciendo humildad y frugalidad según las enseñanzas de la Iglesia de la Santa Luz. Los súbditos del Reino lo apoyaban incluso más por eso.

El rey tenía cuatro hijos: el primer príncipe y heredero aparente del Reino, el segundo príncipe que actúa como su ayudante, la primera princesa que se casó en un país vecino y la segunda princesa, que aún era una niña joven. Él veía a cada uno de ellos como sus adorables, encantadoras joyas.

“No era el enemigo solo un puñado de elfos?” preguntó el Primer Ministro Slava Smirnenski. “Encuentro difícil de creer que los Caballeros de San Augustine, nuestra mejor fuerza de élite, fuera aplastada por apóstatas abraza-árboles.”

Slava había servido a Ivan II y al Reino con inquebrantable lealtad hasta entonces. Varios de los mayores logros de Ivan II podían en realidad ser atribuidos al sincero consejo de este hombre. El rey tenía una gran cantidad de lealtad en su subordinado, que no podía ser sobornado o amedrentado.

Pero era también Slava quien había sugerido enviar a los Caballeros de San Augustine al bosque. Había recibido reportes de que “respetables” ciudadanos del Reino estaban siendo atacados por los elfos del bosque, resultando en docenas de fallecidos, así que le había propuesto al rey que despachara sus tropas para deshacerse de ellos. Para su sorpresa, los caballeros habían sido erradicados en su lugar.

“Y aún así, fueron derrotados,” respondió Omari Odevski, Ministro de Defensa. “Debemos pensar en una contramedida de inmediato. Podríamos tener un enemigo imprevisto en nuestras manos. Quizás es el Imperio de Nyrnal al sur, intentando invadirnos y robar nuestra tierra.”

El Río Themel fluía en las fronteras de ambos países y servía como una barrera natural, así que el Imperio de Nyrnal no podía avanzar hacia el norte e invador Maluk directamente. Pero si fueran a pasar a través del bosque de los elfos, que estaba en el centro del continente, entonces el Imperio tendría un camino de entrada.

Aún así, no habían caminos pavimentados en el bosque ni pueblos grandes o ciudades para servir como centros de abastecimiento, además de eso, el bosque era hogar para todo tipo de monstruos y bestias. Luego de considerar esos factores, esa clase de ataque indirecto sonaba improbable.

Incluso mover una pequeña banda de soldados por el bosque requeriría más esfuerzo de lo que estaba probablemente justificado, así que hacer marchar un ejército lo suficientemente grande como para ser una amenaza requeriría una cantidad de trabajo y recursos inimaginables.

Los árboles inhibían el movimiento de carruajes, los caminos de animales hacían tropezar a los caballos y los ríos y arroyos corriendo por él serían un desafío para la infantería. Omari estaba de acuerdo en que era improbable, pero se mantenía precavido, proclamando que incluso si el camino era difícil, no era imposible.

“El Emperador Maximillian no puede ser confiado. Ese traidor nos prometió paz y luego fue y atacó nuestras regiones sureñas. No me sorprendería nada que ese maldito país hiciera. Quizás incluso sobornaron a los elfos para asegurar un paso seguro por el bosque.”
“Quizás. Los elfos tampoco pueden ser confiados, después de todo.”

Había una gran cantidad de antagonismo entre humanos y demi-humanos. Los elfos temían a los humanos mientras que los enanos los despreciaban, y la humanidad creía a ambas razas inferiores.

Los humanos veían a los elfos como bárbaros que vivían en el bosque solo porque no podían construir ciudades. Eran criaturas indignas de confianza que se alejaban del Dios de la Luz en favor de adorar árboles. Incluso se rumoreaba que ofrecían sacrificios humanos, rumores que muchos creían.

Sí, los rumores.

Los elfos eran bárbaros. Los elfos despellejaban humanos y usaban sus pieles como trofeos. Los elfos comían bebés humanos. Los elfos secuestraban mujeres vírgenes y las sacrificaban a sus dioses del bosque. Si la Reina Arachnea fuera a escucharlos, seguramente se reiría burlonamente del que esparció esos rumores. Los elfos por otra parte, de seguro estarían ofendidos por la pura crueldad y falta de fundamentos de los rumores que la gente creía.

“Podríamos tener que exterminar a los elfos. Si limpiamos el bosque de ellos, el Imperio de Nyrnal no será capaz de usarlos para atacarnos.”
“Y cuántos hombres necesitaríamos para hacer eso?” preguntó el rey.
“Cinco mil sería más que suficiente, creo,” respondió Omari. “Los elfos son débiles. Sus flechas no pueden penetrar nuestras armaduras. Cinco mil soldados entrenados pueden barrer el bosque del este por completo y liberar nuestro Reino de esta amenaza.”
“Pero qué pasa con el tema de los Caballeros de San Augustine? No significa eso que los elfos ya se han aliado con el Imperio? Vamos a necesitar una fuerza incluso mayor si ese es el caso.”
“Correcto está, milord. Pero mantener una línea de suministro a través del bosque sería difícil,” añadió Slava. “Incluso si comerciaron con el pueblo de los elfos, probablemente no sería suficiente para mantener el ejército en movimiento. Por lo que he escuchado, hay menos de mil elfos en el bosque.”

Omari cayó en un silencio contemplativo. Procurar los recursos necesarios para un viaje era algo obvio. Después de todo, no habían medios de transporte poderosos en este mundo, ni tampoco habían armas de fuego, así que las fuerzas en medio de un viaje tenían que o comprar comida de comunidades granjeras o saquear regularmente para mantener una línea de suministros. Estaba claro que la baja población de los elfos en el bosque no podrían mantener un ejército de ningún modo.

“Hmm. En ese caso, no es probable que hayan docenas de tropas esperando en el pueblo de los elfos. Así que su fuerza era suficientemente grande para derrotar a los Caballeros de San Augustine, pero no para lanzar una invasión?” estimó el rey.
“Eso creo,” dijo Omari asintiendo. “Sin embargo, aún no puedo descubrir cómo Nyrnal logró hacer esto. O desplegaron alguna clase de arma poderosa manejada por un grupo pequeño de personas o utilizaron sus wyverns. Aún así, no hemos escuchado nada sobre nuevas armas y dudo que usaran sus wyverns allí.”

El Imperio de Nyrnal era famoso por sus fuerzas wyvern. Entre las mayores potencias, era la única con unidades capaces de volar. Muchos se preguntaban por qué solo Nyrnal tenía ese privilegio, pero nadie conocía la respuesta.

“Así que con eso en mente, cuántos hombres necesitaríamos para derrotar a ambos, los elfos y las tropas del Imperio?”
“Entre diez a veinte mil deberían garantizar nuestra victoria. Tales números serán costosos, pero de seguro lograremos llevar a nuestros enemigos a una derrota aplastante.”

Diez a veinte mil hombres… Esta era sola una fracción del poder militar total del Reino, pero era un gasto que el rey no podía ignorar. Todo en preparación de un ejército imperial que podría ni siquiera estar allí.

“Pero realmente el Imperio envió a un escuadrón al bosque?”
“Esa es la única explicación que puedo pensar,” respondió Omari. “Realmente piensas que el Papado Frantz o el Ducado Schtraut nos atacaría? Es impensable.”
“Entonces supongo que no hay más opción más que prepararse. Reúne al ejército para mañana y envíalos al bosque. Entonces elimina a nuestros enemigos. No dejes a nadie vivo.”
“También, emite una apelación diplomática al embajador de Nyrnal pidiendo que retiren sus fuerzas. Si elige hacerse el tonto, entonces haremos que queramos con los hombres del Emperador,” añadió Slava.
“Qué así sea, entonces. Estaré esperando escuchar de nuestra victoria.”
“Sí, milord. Ganaremos a cualquier costo.”

En ese punto, ninguno de ellos estaba consciente de que lo que se escondía en el bosque de los elfos no era para nada el grupo de avanzada del Imperio.


Un desfile de celebración marchó a través de las calles de la ciudad capital de Maluk, Siglia. Soldados vestidos con armaduras marchaban al ritmo del pífano y el cuerpo de tambores. La caballería, el orgullo y alegría del ejército, noblemente trotó hacía adelante mientras sus herraduras chasqueaban contra losas del camino.

Una fuerza de 15.000 había sido movilizada, pero solo una fracción de ellos estaban en el desfile. El grupo de avanzada ya estaba aproximándose a la ciudad de Leen, que estaba cerca del bosque de los elfos, y estas fuerzas estaban partiendo para unírseles.

“No puedo ver a ninguno de los magos.”
“No están acostumbrados a ser parte de esta clase de desfiles.”

Algunos entre los 15.000 eran magos. Para ambos ofensiva y logísticas, su presencia era invaluable en el campo de batalla. Ellos hacían llover bolas de fuego enemigo como múltiples lanzacohetes, y podían curar a los heridos como llevando a cabo milagros divinos. Su valor había quedado claro cuando los Caballeros de San Augustine habían sido curados por sus camaradas. La magia tomaba un largo tiempo para dominar, pero una vez se conseguía, se volvía un recurso indispensable.

Pero a los magos no les gustaba destacar. Se quedaban fuera de festividades tan llamativas, pensando que se verían mal en comparación; tampoco eran demasiado sociales para empezar.

“Podemos ganar esta pelea, Padre?” preguntó Elizabeta, la segunda princesa.
“Por supuesto,” le aseguró el Rey Ivan II. “Estos son los más orgullosos y poderosos guerreros de nuestro país. Los elfos y las fuerzas del Imperio no tienen oportunidad contra ellos.”

La niña de doce años miraba marchar a los soldados con abundante curiosidad. Parecía que su mente estaba fascinada por el desfile. Su expresión era la de una niña jugando a hacer su propia marcha con soldados de juguetes. Esos inocentes ojos azules que habían sido salvados de toda la suciedad y maldad de este mundo.

“He escuchado que los elfos son criaturas malvadas. Se esconden en el bosque y atacan cazadores, quitándoles la piel y comiéndolos vivos.”
“Así es, Elizabeta. Pueden parecer apuestos, pero son seres malignos cuyas almas fueron teñidas de negro por los dioses malevolentes. Si hubieran nacidos verdaderos y justos corazones, estarían alabando al Dios de la Luz.”

El Dios de la Luz era la única deidad adorada por la Iglesia de la Santa Luz. Este dios era reverenciado a través del continente, y aquellos que le rendían tributo a otros dioses eran perseguidos como herejes. Los elfos, por ejemplo, adoraban dioses del bosque, y por lo tanto eran detestados como parias e indeseables.

“Oh, ciertamente espero que eliminen a todos los elfos. Sabiendo que algo tan terrible existe en el mundo me aterra tanto que por poco puedo dormir por la noche.”
“Muy cierto, hija. Tolerar su presencia aquí fue un error para empezar. Deberíamos habernos deshecho de ellos mucho antes. Si lo hubiéramos hecho, no hubiéramos necesitado hacer una invasión de tan gran escala como esta.”

La gente del Reino de Maluk creía que cualquiera que rechazara al Dios de la Luz tenía menos intelecto y civilidad que un animal.

“Oremos al Dios de la Luz para que estos soldados reciban Su protección. Pedimos por una retribución apropiada caiga a los herejes, y por paz eterna en nuestro hermoso Reino.”
“Sí, oremos porque los viles elfos sean eliminados hasta el último y que las esperanzas del Imperio de Nyrnal de invadirnos sean cortadas de raíz.”

Los 15.000 hombres que fueron enviados desde el Reino fueron llamados la Guarnición del Este. Con las oraciones del rey y la princesa despidiéndolos, partieron al bosque de los elfos, sin saber qué los esperaba allí…



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